Oscar Gutiérrez Reyes
Hace poco más de tres años apareció por el municipio de Marmato, Caldas, la Colombia Goldfields, una de las varias compañías “mineras” que, alentadas por la especulación financiera propia de las bolsas de valores de Estados Unidos y Canadá, se dedican a crear fabulosos negocios que después venden en los mismos mercados especulativos donde nacen.
En el caso de la Colombia Golfields, esta empresa se aplicó en comprar los títulos mineros propiedad de muchos pequeños y medianos empresarios que desarrollaban la actividad de extracción de oro y plata en los socavones de la parte alta del Cerro del Burro de dicho municipio. También se dedicó a vender la idea de que ellos harían una explotación a cielo abierto y que la compra de títulos mineros tenía como finalidad concentrar en sus manos los derechos de explotación sobre el Cerro del Burro. Para ello, dieron inició a la exploración, contrataron trabajadores y vendieron, entre las autoridades y la población, la imagen de que por fin el progreso llegaba a Marmato.
Pero, meses después y antes de retirarse de Marmato arguyendo que estaban “quebrados”, pretendieron tumbarles a los trabajadores sus salarios y cesantías, a algunos comerciantes el valor de sus mercancías y a varios contratistas incumplirles lo pactado. Si no lo lograron fue porque la gente se los impidió. La Colombia Goldfields sin embargo, alcanzó a comprar algo más de ochenta minas que cerraron inmediatamente, destruyendo los molinos para el procesamiento del material y dejando sin empleo a más de ochocientos obreros.
Ante el proceder de la multinacional, muchos marmateños se sintieron amenazados y decidieron organizarse en el Comité por la Defensa de Marmato. Mientras tanto, el Ministerio de Minas y Energía y la Unidad de Minas de Caldas, hacían “mutis por el foro”. Como si el asunto no fuera con ellos y no afectará de manera grave la economía de la población y, actuando contra la Ley, el Código Minero y los trabajadores, el Ministerio y la Unidad de Minas, acolitaron que la multinacional Colombia Goldfields los dejara sin ingreso, y por tanto sin sustento para sus familias.
Además de permitir que una multinacional adquiriera títulos mineros en un área que, según la ley, está reservada para minería pequeña y mediana, el Ministerio de Minas y la Unidad de Minas de Caldas consintieron la realización de propaganda para una explotación a cielo abierto que está prohibida, expresamente, en los cascos urbanos.
Después de haber causado tan grave daño a los marmateños, los dueños de la multinacional en mención, se fusionaron con otra compañía parecida a ellos, la Medoro Resources, para que sea ésta la que continúe con el proyecto de exploración a cielo abierto.
Pero, entre la adquisición de los títulos mineros, el cierre de las minas, el destrozo de los molinos y el retorno de la Colombia Goldfields a través de la Medoro, pasaron varios años y, durante ellos, más de seiscientos trabajadores hicieron una ocupación de los socavones y procedieron a explotarlos. Ante la necesidad de emplearse y trabajar, para poder comer, estos mineros asumieron que el abandono de la actividad minera implicaba la pérdida de los derechos y los títulos de la multinacional y por lo tanto, ellos, los mineros podían hacer la explotación del mineral. Algunos llevan más de tres años trabajando en esas minas, invirtiendo en las mismas y haciendo utilidad para alimentar a sus familias y reactivar la economía de Marmato que, hoy, volvió a gozar de pleno empleo.
A decir verdad, estos trabajadores, mazamorreros como les llaman en algunas zonas del país, guacheros como se les conoce en Marmato, tienen la razón. Es claro, en el código minero, que la minería es una actividad que se ejerce por concesión o delegación que hace la nación que es, a su vez, la dueña del subsuelo. Es claro también que quien deja de ejercer la actividad minera por más de seis meses pierde los títulos y es claro, además, que la minería tiene que cumplir una función social y, en este caso, la multinacional no la cumple.
Por eso, la Medoro Resources a través de la Minera de Occidente, está adelantando trámites para desalojar a los mineros de la parte alta y media del Cerro del Burro y ha presentado amparos administrativos ante Ingeominas. Esta entidad, que parece sentenciada a proteger a las multinacionales, ya le concedió varios amparos a la intermediaria de la Medoro y hace tan sólo quince días, la compañía se presentó acompañada con la fuerza pública, para sacar de los socavones a los guacheros. Pero, ante la férrea posición de los mineros artesanales, la compañía y la alcaldía pararon el operativo y propusieron una mesa para negociar el sometimiento de los mineros. Esa mesa comenzó su trabajo, advirtiéndole a la Medoro que no le reconocen derecho para adelantar minería a cielo abierto.
Para completar el cuadro de dificultades por las que atraviesan los guacheros, la semana anterior estuvo el Ministro de Minas en Marmato. Lo que hizo Rodado Noriega fue despotricar contra la minería ilegal, una manera de respaldar a la multinacional y pedir que se proceda contra los guacheros pero, además, en declaraciones al periódico La Patria de Manizales, señalo que la “minería a cielo abierto en Marmato es lo mejor”, una manera también de proceder contra los marmateños y de darle su respaldo a la multinacional.
Como varios integrantes del Comité por la Defensa de Marmato se lo expresamos al ministro, en reunión el día de su visita a esa población, lo que está en juego es si el oro es para las multinacionales y sus cómplices, y si lo deben agotar en tan solo veinte años, o si este recurso es para que lo extraigan en doscientos años, los marmateños, y entre ellos, los guacheros, que hoy resisten a la multinacional y a su ministro.
La locomotora minera de Santos se mueve con la misma perversa lógica que la seguridad inversionista de Uribe.
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